jueves, 28 de agosto de 2008

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Mi gusto por la música era conocido entre los vecinos de mi edificio, aunque no siempre compartido. Por ello, algunas veces me invitaban a los cumpleaños o reuniones, donde yo me daba el gusto de ser Disc-jockey. Fue así que Marta, la vecina cuyo apartamento estaba al fondo del pasillo, me pidió si no podía ir a pasar música en el cumpleaños de su pequeño hijo Juan, quien cumpliría ese fin de semana cuatro años.

Marta tenía fama en el barrio de ser muy puta, era delgada, no muy linda, con senos y cola, medianos, paraditos y turgentes ambos. Movido por su fama y cierto grado de confianza que ella me permitió, manteníamos un juego de manos. Nos pegábamos en la cola cada vez que nos cruzábamos en general en el pasillo del edificio. Fue ella la que comenzó este juego y ninguno de los dos lo hacíamos cuando alguien podría vernos. Era una especie de acuerdo tácito, que ambos respetábamos. Al principio eran golpecitos suaves, que como si fueran sorpresivos nos dábamos. Con el paso del tiempo se convirtieron en caricias, algo torpes, de mi parte, que ella recibía sin quejas. Mi mano cada vez buscaba más su entrepierna, más que golpearle en las nalgas.madres putas - colegialas ardientes - super gordas - jovencitas guarras - contactos sexo gratis - sexo oral

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